Nuestros héroes están bien armados, son valientes y saben sacrificarse por sus compañeros, pero no saben luchar contra un habitante del espacio exterior que se hace invisible y posee armas muy precisas y letales. Además, la selva por la que se mueven es impenetrable, húmeda, y no les permite moverse con facilidad.
El argumento es sencillo, puesto que nos muestran a unos cuantos hombres que deben buscar a unos oficiales americanos que han sido secuestrados por terroristas. Saben rastrear y localizar a los fugitivos, pero cuando todo parece fácil la muerte les acecha. Pronto empiezan a morir y ven los cadáveres de sus compañeros colgados y descuartizados, como si fueran frutas maduras. Debe transcurrir más de la mitad del filme para que lleguen a descubrir que quien les hace esto no es un terrorista, sino un cazador que ha venido de otro mundo para llevarse algún trofeo a su chalet galáctico. El trofeo tiene que ser un humano y la diversión consiste en dejarles que disparen sus primitivas armas, antes de freírles con su lanzarayos. Parece malvado, pero otorga más oportunidades a su presa que los cazadores humanos hacen con los inocentes ciervos.
Esa criatura se mueve hábilmente entre los árboles, es fuerte, alto, despiadado y, además, cuando las cosas se le tuercen se hace invisible y ya no hay manera de matarle. Pero no contaba con nuestro amigo Arnold, quien le pone una trampa, le agarra y se lía a golpes con él.
Todos los detalles están cuidados al máximo y para eso contaron con el experto en monstruos Stan Winston, quien diseñó la criatura como una bestia menos horrible que su Alien, puesto que le dio apariencia humana, salvo cuando se quita su traje protector. La acción es lenta al principio, cuando nos muestran a los personajes, pero pronto comienza una desenfrenada carrera en la cual sus protagonistas no tienen descanso. El malvado alienígena está allí para cazar, y es posible que sea un cazador furtivo, lo que justificaría su deseo de matar y luego descuartizar a sus víctimas. Pero en el fondo es un buenazo, puesto que cuando pelea con Schwarzenegger lo hace sin armas, a puro puño, y hasta llegamos a sentir pena por él cuando vemos su sangre brotar de sus heridas y le oímos gritar de dolor.
Hay varios momentos en que el guionista nos recuerda que ese alienígena no hace nada diferente a lo que hace cualquier cazador terrestre con los animales, puesto que posee toda una tecnología refinada para matar a sus presas sin peligro. Como cualquier cazador, también viaja lejos hasta llegar a su destino (unos cuantos años luz de nada), se sienta cómodamente para ver a su presa pasar y dispara procurando dar entre ceja y ceja, para presumir luego con sus amigos de lo hábil que ha sido.
Nosotros ya sabemos, porque nos lo han explicado repetidas veces, que los alienígenas son todos muy listos y que poseen naves más rápidas que el Enterprise, por eso no nos extraña su comportamiento y efectividad, aunque esperamos que nuestro amigo Arnold le de una buena zurra para que no vuelva nunca más.
|