En su intento por capturarle, uno a uno los tripulantes van cayendo muertos, hasta que deciden salir al espacio en el vehículo auxiliar y destruir la nave. La presencia allí de un androide, al que todos consideraban un humano como ellos, les da la explicación del origen de todo su problema: la nave había sido programada para que trajera hasta la Tierra a un miembro de esa especie, para su observación, quedando las demás consideraciones, incluida la vida de los tripulantes, como objetivos no prioritarios.
La teniente Ripley se convierte así en la persona más capacitada para lograr destruir al alien y poner a salvo a la diezmada tripulación.
La película sigue fielmente el esquema del clásico de ciencia-ficción "El enigma de otro mundo" y logra por ello entusiasmar a una nueva generación de espectadores. El argumento es tan similar que dudamos que su guionista no haya decidido calcar el mismo esquema: la presencia en un recinto cerrado de un alienígena inteligente, fuerte y sin consideración con los humanos. Cualquier intento por capturarlo está condenado al fracaso y solamente disponen de un radar sónico para detectar su presencia.
El ambiente oscuro de la película no es, como en otras cintas de terror, tan abrumador para el espectador, quien consigue ver entre destellos luminosos todo cuanto desea ver, aunque el monstruo solamente se muestra parcialmente, rodeado de una atmósfera tan oscura como su piel, y por escasos segundos de tiempo. No emite apenas ruidos, ni trata de justificarse con sus despiadadas matanzas, pero es sumamente terrorífico.
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